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Post a facebook d’en Juan Manuel García Ferrer
Me ha avisado de que no aparecen los moros contra cristianos de Lorca y, aunque lo ha querido compensar diciendo que sí habla de las muchas procesiones a las que acudió de pequeño, eso le resta buena parte de su atractivo a “Azares y decisiones. Recuerdos personales” (Doce calles, 2019), el libro de memorias que ha presentado hoy en Barcelona Horacio Capel. Pero un libro de memorias de la figura más destacada de nuestra geografía actual, del fundador de Geocritica, del autor de tantos libros y artículos sobre Barcelona, la geografía urbana, la incidencia en la vida de las poblaciones de los avances técnicos o de la historia de la Geografía, seguro que merece la pena.
Los geógrafos que le han precedido en el acto, todos discípulos suyos, han coincidido en señalar esos capítulos iniciales sobre su infancia y juventud como los más vivos del volumen. Los tres han mostrado, indirectamente, que Capel sigue imponiéndoles un gran respeto: todos acudían no con unas notas o esquema en papel sobre el que ir improvisando, sino con un texto escrito que han pasado a leer. Está bien, porque así no se olvidaban de nada, pero me parece que un acto como éste, por muy académico que fuera, pedía a gritos volcarse hacia la improvisación.
Rafael Giménez, hablando de las casualidades que marcaron inicialmente su recorrido profesional, encauzado por uno de sus tres reconocidos maestros y director de su tesis, o sea, Horacio Capel, ha explicado cómo ha podido atar cabos gracias a lo que ha averiguado mediante la lectura de las memorias.
Francesc Nadal ha mencionado unos cuantos precedentes de memorias escritas por geógrafos, como Kropotkin, Fu-Tuan o Yves Lacoste (más tarde Josep Oliveras haría otro tanto con el mismo Fu-Tuan o Con Blanchard), pero para indicar que se tratan, en realidad, de una rareza, y de ahí el interés de abrir ese campo.
Ha valorado Nadal el ambiente que trasmite Capel en su descripciones de Lorca o Murcia, ciudades que en los años de la inmediata postguerra aún tenían en pie, por ejemplo, sus fielatos. Y ha acabado deseándole que su libro de memorias tuviera tanto éxito como el de un Papa, ahora no recuerdo cuál, que al parecer se convirtió en un best seller.
Dentro de la cordialidad que está obligado que presida este tipo de actos, Josep Oliveras ha sido el más crítico. Ha recalcado una frase del libro en la que también habían reparado los anteriores conferenciantes (“Tan importante es lo que se dice como lo que se deja de decir”) y le ha afeado los olvidos -seguro que voluntarios- cuando, dejando su juventud atrás, se enfrenta a su larga época de trabajo en la Universidad de Barcelona y a sus viajes por encuentros de geógrafos por todo el mundo (para fijar los cuales ha dicho que iría muy bien un mapa). En ese viaje, ha precisado, el libro ha perdido bastante de su frescura previa. Y ha añadido, con gracia, que él habría preferido que se hubiera referido, por ejemplo, a personajes universitarios de esos que, asentados en un “materialismo payés, no querían ni oír hablar del materialismo histórico”, que se hubiera dedicado a hacer más retratos de toda la fauna con la que se ha ido encontrando y menos referencias a congresos.
De lo que ha entresacado Olivares del libro me he enterado también de que la curiosidad de Capel (“escurcullando”, forma de un verbo que dice Capel que utilizaba su abuela murciana y que Oliveras le ha aclarado venía de los catalanes que conquistaron, para luego retirarse, Murcia) abarcaba temas de todos los campos de la cultura, mencionando su avidez por la lectura en los años 60 de las revistas Cuadernos para el Diálogo, Índice… y nada menos que Nuestro Cine y Film Ideal.
Oliveras ha seguido su intervención recalcando las tres razones por las que el autor de las memorias dice que ha podido dedicarse tanto tiempo a su producción intelectual: Vivir cerca del trabajo, haber eludido siempre las tareas administrativas y políticas y tener a su lado nada menos que a Mercè Tatjer, a la que, recogiendo palabras de un escrito de Capel en que hablaba de las mujeres con esas palabras, la ha tildado de “su fuerza cósmica”. Y ha acabado definiendo a Capel como “la gran palanca”, el catalizador de tantos proyectos y estudios de tanta gente sobre temas geográficos.
Finalmente Horacio Capel, por su parte, ha explicado que se ha visto obligado a escribir este libro de memorias para dejar constancia a las generaciones venideras (el libro está dedicado a sus nietos) de los numerosos cambios que se han producido en el periodo en que ha vivido.
No ha dejado de responder a Oliveras. Ha señalado que ha tenido olvidos voluntarios porque ha querido dar una visión realista y optimista, expresando que la misma Universidad es mucho mejor de lo que se suele contar sobre ella (aquí he recordado que cuando acudía a sus clases ya decía esto, poniendo a modo de ejemplo que estábamos mucho mejor que, por ejemplo, Egipto). Y que no ha querido nunca criticar a gestores y políticos, a los que tiene un gran respeto, porque él siempre ha rechazado las ofertas de hacer ese papel, estando convencido de que, sí hubiera aceptado, lo habría hecho muy mal.
Y su frase final corrobora su carácter de Gran Palanca: Ha animado a todos los profesores universitarios presentes a escribir sus memorias.